“[…] Porque somos todos mortales hasta el primer beso y el segundo vaso, y eso lo sabe cualquiera, por poco que sepa.”
Voy a actuar como si estuviera borracha. A los borrachos y los niños es a los únicos a quienes les ríen las verdades, y puestos a elegir, ahora me apetece un gin tonic.
Tengo casi 30 años y he descubierto hace unos meses que me encantan mis tetas pequeñas. Así que como homenaje me regalo no llevar sujetador varios días a la semana.
Me considero adicta al pintalabios color granate, además cuando no consigo el beso que busco le echo la culpa a el. “Si no me ha besado era por no estropearme el pintalabios”. Y me quedo tan tranquila porque no tengo que pensar que la realidad a veces es lenta de reflejos, tirando a estúpida.
Cuando me levanto con la certeza de que puedo conseguir todo lo que me proponga, me quiero encontrar con mi vecino, por si le contagio la seguridad y se quiere venir conmigo. Nunca pasa, ninguna de las dos cosas.
Desde que convierto en cuento o dibujo mis incertidumbres, tengo la cara más luminosa.
Si tuviera buena memoria para recordar todo lo que leo, veo, escucho o aprendo, sería tan inteligente que daría asco.
La actitud como escultora de tu vida y la energía personal como imán para atraer gente, son tan reales como la existencia del karma o que si comes espárragos el pis huele diferente.
Para llamar a alguien “amigo” necesito conocer de esa persona algún miedo y alguna meta. Pero también hablar de sexo y de caca. Lo considero fundamental.
De pequeña quería casarme con un indio de la película “Bailando con Lobos”. Ahora he llegado a la conclusión de que lo que admiro es la capacidad que tenga un tío para hacer el indio.
Por amor quise recorrer los pueblos de España como titiritera. Pensé en irme a vivir a Oporto por un arrebato con acento portugués. Otro día me quedé con ganas de acostarme con un trompetista y también de no invitar a mi cama a un motorista ilusionado. Este juego consiste en elegir.
Me quiero casar en la playa o una masía. Comeremos croquetas caseras, tortilla de patatas y atún de almadraba. Esta conversación me gusta sacarla con disimulo y ver la cara del contrincante. Lo del atún no tiene discusión.
Algún día seré mamá de un bebé con nombre raro.
Ójala el primer retoño tenga forma de libro y lleve relatos y poemas ilustrados.
Camarero, póngame otra copa, por favor.
Fotografía realizada por From The North