A veces tiemblo porque no sé soplar,
pero hoy he descubierto la brisa que buscaba: S´embat.
Llevo el elemento agua en mi sol y mi luna, por eso me cuesta tocar tierra,
pero la marinada de la isla riza las gotas y sopla,
empuja la barca hinchada a pulmón y garra, hacia el verde de aquel acantilado
que desde el filo de la incertidumbre, inspira paz, también la del vértigo.
S´embat mira el reloj, mete un dedo en el agua y cambia de sentido cuando la temperatura gira.
Desde el azul viaja sorteando los colores de sus distintas profundidades
hasta tocar la piel que seca
expuesta al sol y el bamboleo.
S´embat es mano que acompaña, del agua a la tierra
es vitamina y tallo
tormenta de verano y edredón en invierno.
El embat mallorquí mueve, desde lo voluble a lo estable
cambiando de sentido cuando se apaga la luz.
Con caricia, de horizonte a suelo,
permite que la memoria agite la vulnerable barca sin cambiar de rumbo,
y suelta el ancla en la idea de que todo ha dejarse ir,
para que la brisa de la tramuntana pueda empujar
hacia allí, donde tú quieres llegar
La naturaleza tiene todas las palabras,
y también la respiración invisible que te seca el sudor cuando desciendes de un pasado cima,
porque la bajada, siempre cuesta más.
Yo quiero ser s’embat, y también del mío.
Foto de cuando estuve en Palma de Mallorca y me llevé la palabra que da título al texto.